domingo, 7 de septiembre de 2014

Ficción o realidad...?


Érase una vez en un pequeño pueblo olvidado en las montañas, donde la paz, tranquilidad y buena convivencia, reinaba entre los pocos habitantes que disfrutaban de una afición en común. No tenían necesidad ninguna de contacto con todo aquello que viniera de fuera y pudiera perturbar su armonía.
Día tras día la rutina era sobrellevada con las noticia que el boca a boca iba informando a cada uno de ellos. No había razón por la que dudar, razón por la que una información externa al pueblo fuera más creíble. ¿Quién iba a querer falsear lo que pasaba? Solo una persona, quien gobernaba por aprobación de todos -tras años votando en la plaza- conseguía las informaciones que fueran necesarias para el mantenimiento del equipo de fútbol y la supervivencia de aquella comunidad.

 
El equipo mantenía esa unión inquebrantable entre todos y solo los jugadores salían a enfrentarse al resto de equipos que conformaban la Liga. Nadie acudía a los partidos fuera de sus fronteras, el equipo luchaba como visitante sabiendo que en casa, el ambiente ensordecedor les haría ganadores, llevándoles en volandas hacía la victoria. Los partidos en los que se firmaba una derrota, eran expuestos frente al pueblo, interactuando todos para conseguir lo mejor para el equipo, los jugadores y el club.
 
Durante años, pocos fueron los partidos que se perdieron y las explicaciones tras la llegada a casa habían sido entendidas, hasta un lunes que fue bautizado como el lunes negro.
Las caras de todos los componentes del equipo reflejaban que no traían buenas noticias. La victoria se había conseguido, así había informado esa misma mañana El Gobernador, de ahí que no entendieran cuál era el problema. Solo un niño, que vio como cada uno de los jugadores pasaban delante de su ventana, se percató de que faltaba. José no estaba. Enseguida salió corriendo a comunicárselo a su padre y este, comenzó a expandir la noticia.
 
Sin organizarlo, ni nadie que lo propusiera, estaban todos reunidos en la plaza esperando una explicación. El murmullo cada vez se hacía mayor, todos tenían muchas preguntas que necesitaban respuesta, y la más importante...¿por qué no se les habría informado?
Ante la aclamación popular, el entrenador acudió a responder las preguntas de los que allí estaban y la primera no se hizo esperar.
- ¿Por qué José no ha vuelto con el resto de los jugadores?
- Lamento comunicaros que José sufrió una lesión que supuso una intervención médica que no podía esperar a su llegada al pueblo.
- ¿Por qué no nos está informando El Gobernador? - Gritó alguien desde el final de la plaza, pareciendo leer la mente de todos.
- Él mismo partió a primera hora de la mañana para conocer de primera mano cómo estaba nuestro jugador y qué se podía hacer.
 
Nadie entendía nada, la curiosidad les invadía a todos y los más jóvenes no podían esperar. Sin decírselo a nadie partieron hacía la gran ciudad e informarse antes que ninguno. A la cabeza iba el más rebelde y mayor de todos. Llegaron y comenzaron a preguntar por las diferentes calles, pero parecía que la noticia no era del interés de los habitantes.
Tras una jornada de no parar de caminar llegaron al estadio de fútbol y decidieron entrar, las gradas estaban prácticamente vacías pero los jugadores realizaban un juego que hasta ese entonces no habían visto nunca. Ellos no tenían jugadores de tanta calidad, la información a por la que venían había pasado a un segundo plano.
 
Días después -con el gobernador ya en casa- los chicos volvieron y se encontraron con el pueblo reunido de nuevo. Les contaron que había una manera de jugar al fútbol, mucho mejor y más divertida. Nadie se lesionaba, nadie tenía obligación de ir al campo y mucho menos, de creer una sola información. Allí cada uno tenía su opinión y la exponían libremente. Viendo el estupor de sus palabras, preguntaron qué ocurría y el gobernador tomó la palabra.
 
- José fue lesionado de gravedad. Estamos intentando decidir cuál es la mejor opción. Abrir nuestro pueblo al resto del mundo y que otros jugadores puedan suplir futuras lesiones,o suspender nuestra participación hasta que José se recupere.
 
Llevaban horas intentando decidir que hacer, nada tenía una mayoría suficiente. Por primera vez desde que el equipo se fundó, no se llegaba a un acuerdo. ¿Abrir las puertas y ser universales?¿Que alguien de fuera pueda alterar a la masa controlada?
El gobernador tenía claro que la universalidad traería muchos cambios, entre ellos LA INFORMACIÓN. El poder abrir los ojos a lo que para algunos podía ser LA VERDAD; la rebelión y falta de control sobre lo único que realmente les unía sin preguntas estaba a punto de cambiar.
 
Días más tarde, El Gobernador se dio cuenta de que daba igual lo que se decidiera, la duda y las preguntas que antes nadie se planteaba hacer ya estaban en mente de todos. Fue ahí, cuando lo tuvo claro. Esa paz de la que llevaban disfrutando desde sus comienzos se había terminado.
Las puertas del pueblo se abrieron para todos, algunos decidieron que relacionarse era una gran idea, que deberían compartir con el mundo a su gran equipo, su gran afición...¿qué traería eso de malo?Otros, que ningún cambio era necesario y era mejor quedarse en el pueblo. Que deberían compartir con el mundo a su gran equipo, su gran afición...¿qué traería eso de malo?
 
Décadas más tarde, dos de aquellos que en algún momento de su vida compartieron su día a día, se encontraron a kilómetros de donde esos días parecían solo un sueño. En ese momento se dieron cuenta de que nada era igual, el equipo nada tenía que ver con el que recordaban. Pocos sabían de sus comienzos y luchaban por un escudo, miles de personas opinaban acerca de lo que en él ocurría sin saberlo -como bien sabían ellos cada lunes en la plaza- e informaciones que en su gran mayoría eran falsas.
Una pena, aquella división hizo que cada uno eligiera un rumbo. Acertado o no, siempre les quedaría algo que nadie podría arrebatarles, su HISTORIA.
 
 
 
 
 
 
 

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