Todas las noches se dormía observando su balón de fútbol, colocado sobre la estantería frente a su cama, no podía dejar de mirarlo imaginando cómo sería poder vivir noches europeas como las que veía con su padre en la tele. Las pasadas navidades los Reyes lo habían dejado en casa de los abuelos y desde entonces, no había pasado un solo día sin que lo llevara a clase.
Carlitos era
consciente de que todos los demás niños jugaban mejor que él - o eso creía -y
además después de clase se quedaban horas en el parque jugando con otros
chicos, pero sus padres le obligaban a volver a casa y hacer las tareas para el
día siguiente. Pocas eran las tardes que podía disfrutar jugando al fútbol.
Decidió que estudiaría
todo el tiempo que fuera necesario, sabía que si no lo hacía sus padres nunca
le darían la oportunidad de poder dedicarse a su pasión como tanto quería; “nunca
lo conseguirás”, “ tú no tienes padrino”, “el fútbol no tiene futuro”, “ solo
estudiando llegarás a ser algo”… Cada noche mirando el balón esas frases no
dejaban de resonar en su cabeza.
Iban pasando
los años y aunque no perdía la esperanza, Carlitos veía como su sueño se
alejaba cada vez más. Sus padres le dejaron apuntarse a un equipo con el que
podía competir y él sabía era la oportunidad de que algún ojeador pudiera
verle. No quiso compartirlo con nadie, que pudieran ver su ilusión, todo
quedara en nada y todos volvieran a reírse de él. Las mofas no solo eran en el
recreo, o en el parque, también eran en casa. Estaba cansado de oír que no
podría llegar a ser nada en el mundo del fútbol y que no tenía lo que hacía
falta, pero no estaba en sus planes rendirse, sería más fuerte – lo que hiciera
falta – para demostrárselo a todos.
Los meses se
iban haciendo cada vez más duros, estudiando y entrenando los días se le hacían
cortos y nada le hacía pensar que todos los demás se hubieran equivocado. ¿Y si
todas aquellas críticas no fueran envidia? ¿Y si realmente no valiera para lo
que él tanto deseaba? En una ocasión su madre le dijo que uno debía quererse
sin hacer caso de las opiniones de los demás, que la envidia les hacía ser
crueles y que la personalidad es el único y mejor camino para llegar lejos. Era
pequeño cuando tuvieron esa conversación y en ese momento no lo entendió,
¿acaso era mejor llevar la contraria y no seguir la corriente? No, no quería
más peleas en la escuela y más risas contra él.
Acabó el
instituto y nada, quería con todas sus fuerzas creer las palabras de su madre,
tener esa personalidad arrolladora que todo el mundo percibe sin necesidad
apenas de tener relación, pero él no era así.
Entró en la
universidad y era feliz, pero sentía un vacío que no podría llegar a llenar
nunca. Había conseguido resignarse y que, al menos, no doliera.
Cuando
terminó otra época terminaba y empezaba el momento de trabajar y
tener la vida que su padre siempre había querido para él. No le disgustaba,
pero no era su decisión, de nuevo había optado por seguir la corriente.
Un día su
jefe le programó una reunión con un equipo de fútbol para negociar la
posibilidad de llevar su publicidad, se le iluminó la cara en cuanto lo
escuchó…al menos de eso sí disfrutaría. La reunión se prolongaba horas pero
saber que estaba con un presidente de
fútbol que desearía fuera su jefe
lo hacía todo más llevadero. En un descanso, hablando de fútbol, jugadores y gestión
del equipo Carlos lo supo. Esa misma persona que tenía delante había sido
ojeador antes de llegar donde estaba, había visto muchos jugadores pero sí
recordaba a un par de ellos con los que no pudo contactar. Eran menores y sus
padres no accedieron a una simple prueba, Carlos era uno de esos dos chicos.
Volvió a
casa andando, contrariado con lo que había pasado. Sabía la opinión de sus
padres pero que teniendo la oportunidad en sus manos ni siquiera se la hubieran
dado…eso era demasiado.
Al final se
dio cuenta, la culpa no era de sus padres, no podía echársela a ellos por no
aceptar él mismo su gran fallo, no creer en él. Igual si se hubiera plantado,
si hubiera intentado apoyarse en su madre y unirse ambos para discutirlo con su
padre… ¿y si? ¿y si? Ya daba igual…no haber decidido por sí mismo y dar
prioridad a las palabras de los demás le
habían arrebatado su sueño. Solo él, había terminado con sus opciones antes de
creérselas. Todos habían conseguido acabar con su sueño y él, les había dejado.
Demasiado tarde para darse cuenta pero no para aprender de su error.
El resumen es fácil, ¿división del madridismo? ¿culpa de Mou? No, culpa de cada uno por tomar las decisiones que toma. Gracias a Dios el Real Madrid es más grande que todos nosotros y solo eso importa. Los descansos son necesarios, alejarse y verlo todo con otra perspectiva para centrarse en decidir cómo defender nuestros objetivos; despedidas que sufrimos cada día con la gente que en un principio quería luchar con nosotros y vio cómo los objetivos dejaban de ser comunes…despedidas que debemos convertir en hasta luego, nunca en adiós.
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