lunes, 24 de febrero de 2014
Recuerdos madridistas
La rutina ya se había instaurado hace meses y lo único que la hacía más llevadera era el fútbol, y especialmente, el Real Madrid. Domingo tras domingo, y con suerte entre semana, los partidos, las previas, los programas deportivos y la radio conseguían hacerme desconectar de los problemas -si se pueden llamar así en aquella época- del día a día.
Ya convivíamos con el frío, los madrugones y el ver sólo la televisión cuando hubiera fútbol. Todo era gris hasta que un día mi padre, llegó a casa con una gran noticia: me llevaría al Santiago Bernabéu. Tras meses de plegarias y pataletas, por fin podría conocer el estadio de mi Real Madrid.
Yo no sabía qué equipo era aquel , y tampoco me importaba la verdad, lo que sí sabía era que podría ver a mis jugadores y compartir en espacio y tiempo, esos 90' con ellos.
Era un partido de vuelta de la UEFA, esa competición que ya no ostenta ese nombre, y mi padre pensó -como todos los madridistas- que no habría problema en pasar la eliminatoria. No se ganó, y peor aún, nos eliminaron. Llegué a casa triste, desanimada, con una sensación contrapuesta de haber podido ver a mis jugadores pero sin haber podido celebrar la continuidad en la competición..
Lejos de la desilusión, puse más interés en todo aquello relacionado con el equipo, fichajes e historia hasta entonces desconocida del Real Madrid. Defendía aún más al equipo en el colegio cuando mis compañeros se reían porque una chica -y más aún en aquella época-, no podía saber de fútbol, ni siquiera gustarle, y yo me enfrentaba aún más a ellos sabiendo que mi sentimiento era real y les demostraría que podía ser como mínimo, igual de madridista que ellos. Ahora cuando lo pienso...no tengo duda que así era.
Ni en mis mejores sueños habría imaginado que todo comenzaría tan bien.
El domingo por la mañana nos levantamos y fuimos al estadio a comprar las entradas, con ellas en la mano y sin querer soltarlas ni siquiera para guardarlas, mi padre vio una puerta abierta y allí nos metimos.
No sabíamos quién podría estar por allí, pero unos pocos más como nosotros esperaban libreta en mano y lo supe...los jugadores debían haber tenido entrenamiento. Enseguida le dije a mi padre que me dejara el periódico, o un trozo de papel por si no todos se hubieran marchado y pudiera verlos cara a cara a escasos centímetros de distancia.
Nunca olvidaré ese momento, cómo el tiempo se paró, mi padre rompió el periódico para poder darme un papel que utilizar y me encontré de frente a frente con Laudrup. Sentí que no había nada más a mi alrededor, que todo desaparecía y ese jugador, justo ese y no otro, estaba delante de mí, mirándome. Él mismo, al ver mi estupor y el brillo en mis ojos, cogió el periódico y con el bolígrafo que llevaba en la mano, firmó en uno de los pocos espacios que había en blanco.
Durante días, esos ojos azules mirándome no me dejaron pensar en otra cosa.
Ese día, ese momento y ese garabato -aún guardado ya con tinte amarillento- me convirtieron en lo que ahora soy...madridista.
Ese sentimiento que muchos no entienden, que otros confunden con una moda y que 20 años después se hace cada día más fuerte. Cada vez que , ahora en el trabajo, ven el fútbol como algo secundario...me acuerdo de ese momento, de cómo me sentí y de cómo un equipo de fútbol hizo que hubiera un antes y un después...
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