- ¡Papá papá!
¿Cuándo me llevas al Santiago Bernabéu?
Carlitos
deseaba desde que tenía uso de razón ir al templo madridista, ese en el que Di
Stéfano, Puskas y Gento habían brillado en España y en toda Europa con luz
propia. A su madre no le parecía una buena idea, siempre le había parecido
peligroso imaginar a su niño, tan pequeño, entre tanta gente de pie gritando,
animando a su equipo con esa pasión que se veía por televisión.
Tras mucho
insistir, lloros y discusiones, una noche con Carlitos ya en la cama, su padre
decidió tomar cartas en el asunto.
- María, creo
que el niño se merece que le lleve al estadio. Se porta muy bien y se lo ha
ganado; poder vivir ese ambiente por lo menos ahora, hasta que las cosas
cambien.- ¿Y por qué van a cambiar? –María no entendía por qué su marido le decía que las cosas cambiarían.
- Se rumorea que la temporada que viene ya no estaremos de pie detrás de la portería, y mucho me temo, que cuando estemos sentados el ambiente será completamente diferente. No quiero que en un futuro le cuenten las diferencias que había estando de pie pudiendo haberlo vivido él, sin necesidad de tener que creer lo que le digan.
María apagó la luz y en el silencio de la habitación, se quedó dormida pensando si de verdad merecía tanto la pena llevarle.
A la mañana
siguiente todos se despertaron pronto y mientras desayunaban, María decidió que
debía hacer.
- Carlitos, lo
he estado pensando e irás a ver al Real Madrid en cuanto tu padre pueda
llevarte.Su cara lo decía todo, admiración, felicidad, sorpresa, y ese brillo en los ojos que su madre solo veía en el día de Reyes abriendo los regalos, la hicieron pensar que había tomado la decisión correcta.
Semanas más
tarde llegó el momento. Carlitos agarraba la mano de su padre con fuerza e
intentaba no perderse nada de lo que veían sus ojos. Era aún más grandioso de
lo que hubiera imaginado nunca, cuando entraron, bajaron las escaleras - que le
parecieron altísimas - y se vio detrás de la portería, no se lo podía creer,
por fin estaba en casa. El partido empezó y todo el mundo comenzó a gritar,
cantar, animar y silbar al equipo contrario, haciendo un ruido tan atronador
que pensó que le iban a explotar los tímpanos.
Cuando abrió
los ojos, con los primeros rayos de sol en la ventana, Carlos se dio cuenta que
hacía años que no vivía esa sensación - ni de cerca –,nada como aquella primera
vez que acudió con su padre al Santiago Bernabéu. Habían pasado muchos años ya,
y ni uno solo había faltado a su cita de los domingos en el estadio.
¡Cómo habían
cambiado las cosas! En su abono figuraban vomitorio, sector, fila y asiento;
nada de estar de pie animando. Al contrario no se le silbaba, se le aplaudía, y
el murmullo era el sonido que imperaba en ese gran templo que antes era una
olla a presión día sí y día también. Los aplausos habían sido censurados por
las pipas, y el equipo por jugadores individuales.Una pena que todo aquello que su padre quiso transmitirle aquella tarde de domingo no pudiera hacerlo él con su hijo, y se quedara en una mera historieta sacada de un cuento.
En ese momento,
Carlos se acordó de Noé, de cómo Dios quiso que sobrevivieran dos animales de
cada especie, haciendo un nuevo intento para un mundo que se había alejado
completamente de la idea original. Eso mismo debería estar pensando Don
Santiago Bernabéu. Quizá -por muy triste que le hiciera sentir- ese arca, ahora
completamente diferente, debería partir llena de pipas, bragas, y todos
aquellos madridistas que no viven el Real Madrid como una pasión que va más
allá de jugadores y un mero entretenimiento. Aquí, es donde cambia la historia,
los que se quedan en tierra lo hacen sobreviviendo en el Santiago Bernabéu, su
estadio, donde de verdad, deben seguir defendiendo a su equipo y escudo. Que
cada cosa volviera a su sitio y sin duda, su sitio sería detrás de aquella portería
donde el Real Madrid se introdujo en sus venas y no volvió a salir.
Dedicado a nuestro jefe, gracias por todo, te
esperamos.
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